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Desde el 292 a.C. y durante doce años, los arquitectos Chares de Lindos y Laches dirigieron las obras de construcción de una gran estatua a la entrada del puerto de Rodas. El primero de ellos terminó suicidándose bajo la presión que le suponía no estar seguro de poder lograr la estabilidad de la estatua.
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Hecha con placas de bronce sobre un armazón de hierro, la estatua representaba al dios griego del sol, Helios, con una altura de 32 metros y un peso de unas setenta toneladas. No se sabe con certeza que cada uno de los pies se situara a un lado de la entrada del puerto, obligando a todos los barcos a pasar por debajo suyo. Formado por trescientas toneladas de bronce, y relleno de ladrillos hasta la cintura, la parte superior del coloso era hueca y en su interior se encontraba una escalera para alcanzar la cabeza. En la llamada torre del fuego se encendían todas las noches grandes hogueras para guiar a los marinos a modo de faro.
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Tan sólo 56 años después de terminado, un terremoto derribó al coloso. Aún después de caído, el coloso siguió atrayendo gente que acudía junto a él para comprobar de cerca sus verdaderas dimensiones.
Siguiendo el designio de un oráculo, los habitantes de Rodas dejaron el coloso donde había caído, hasta que novecientos años después fue recuperado por los musulmanes como botín de guerra.
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